Observando la magintud de la capa que luce Monseñor Cañizares,
viene a cuento aquel chiste desalmado:
"...Ese sacristán de pueblo que va pidiendo un donativo a los
feligreses para la capa del cura, y ese parroquiano que le advierte
socarrón al depositar su óbolo: Si, pero lo capo yo."
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