Ya estaba calentita y los últimos infundios acabaron de incendiarla.
La rápida intervención de los bomeberos, apoyados por una flotilla de hidroaviones,
no pudo evitar que María Dolores ardiera como la yesca.
"Ella siempre fue muy fogosa", declararon algunos testigos presenciales, tratando
de explicar la magnitud de la deflagración.
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