Acompañado de rayos y truenos e iluminado por centellas
infernales, salta Fede a un escenario en llamas berreando
como un poseído el nombre luciferino del malvado leviatán.
El público enardecido responde a la satánica invocación
coreando la consigna diabólica, mientras un hombrecillo
endemoniado, entre bambalinas humeantes, profiere horrendas
carcajadas en extrañas lenguas y arcáicos dialectos.
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