martes, 23 de agosto de 2011

La venganza del chinito.


Fernando nunca perdonó que la crema de la intelectualidad lo
etiquetara como saltimbanqui ideológico y prescindible literato.
Así que se separaró de la izquierdona para caer en brazos de
la derechorra.
Una señora inculta y superficial que lo crió a sus pechos
consintiéndole caprichos y excentricidades, en la esperanza
de transformar al díscolo rojillo en un facha de provecho.
Pero Fernando, espíritu de la contradicción, le correspondió
epatando burgueses patrios y acosando adolescentes orientales.
Y ahora quiere rematar la faena fusionando las enseñanzas
del Tao con el pensamiento de José Antonio Primo de Rivera.
Tanta eyaculación tántrica no puede ser buena.

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