Años atrás cultivaba una excelente marihuana en mi casa del pueblo,
que estimulaba tanto mi creatividad como mis confusiones.
Una noche me quedé sin papelillos y buscando algo mínimamente
liable encontré un tocho de Blasco Ibañez en papel biblia.
El caso es que le cogí el gusto a la prosa levantina y, a los pocos
meses, me había fumado las obras completas.
Se lo tengo que decir a Sabina para que haga una canción.
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