sábado, 8 de octubre de 2011
Confusiones de un publicitario - 16.
Desde que fui uno de los reyes del mambo publicitario a los ventipocos años,
supe que por un premio debías estar dispuesto a matar a tu propia abuela.
Y como yo quise mucho a la mía, nunca me gustaron nada los premios.
Me dieron decenas de ellos para callarme la boca pero nunca consiguieron que
olvidara el amor por mi abuela ni traicionara mi ingenuidad profesional.
Gracia a ella, siempre recogí los premios enfurruñado y malamente vestido.
Algunos, por abuelitis aguda, ni tan siquiera me digné a recogerlos.
No me extraña que hayan borrado mi nombre de la historia de la publicidad
y hayan echado cal viva sobre mi memoria, abuela.
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