lunes, 18 de julio de 2011

Caso Valeriano.


El día en que Valeriano Muñoz dejó su casa de Arroyo del Ojanco (Jaén)
con destino a Madrid para tomar posesión de la Cartera de Trabajo,
era un 13 y martes en el que se había levantado con el pie izquierdo.
Al no ser supersticioso, eligió su mejor corbata amarilla y no consideró
mal presagio que, al tropezar con el acuario del salón, se rompiera el
espejo que había encima. Tampoco consideró señal de mala suerte
la sal derramada durante el desayuno, por lo que no tuvo inconveniente
en abrir el paraguas antes de salir de casa, sin advertir que había
perdido un guante. Una vez en la calle, camino del aeropuerto, pateó
alegremente una lata que golpeó a un gato negro, antes de pasar por
debajo de la escalera de unos operarios municipales que, al reconocerlo,
le desearon mucha suerte en Madrid.
Ciudad a la que llegó el Valeriano pisando un grillo al descender desde
la escalerilla del avión hasta la pista, donde lo miró el subsecretario
tuerto que había acudido al aeropuerto para conducirlo a la
la sede del Ministerio.
Camino del coche oficial, le sobrevoló una mariposa negra coincidiendo
con el tercer canto de la lechuza.
Y fue en e ese preciso momento, cuando a Valeriano Muñoz le cagó el palomo.

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